Aunque los volcanes activos han sido siempre aterradores para los seres humanos y sus erupciones son destructivas, son también necesarios para el desarrollo de nuestro planeta.
Más del 80% del agua en la Tierra, proviene de las actividades volcánicas; el vapor de agua expulsado durante sus erupciones, hace millones de años, se condensó y creó las lluvias que formaron gran parte de la estructura de la atmósfera. Por otro lado, sus cenizas, han proporcionado los minerales necesarios para la óptima fertilidad de nuestro suelo. Esto permite que, tras cada erupción, crezcan nuevas variedades de plantas, atrayendo a los animales y construyendo un ecosistema con un alto nivel de biodiversidad.
Si hablamos del impacto generado sobre el cambio climático, aunque las erupciones volcánicas expulsan dióxido de carbono (gas de efecto invernadero), también emiten gases con alto contenido en dióxido de azufre, que, junto al vapor de agua, forman pequeñas nubes que reflejan la radiación solar hacia el espacio.
Tras cientos de investigaciones, los expertos pueden determinar que, sin los volcanes, la supervivencia del ser humano, a lo largo de la historia, hubiera sido imposible.