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Yo sentí abandonos

Por David Vega.- De niño, de joven y hasta de adulto, cada vez que alguien no se quedaba conmigo, me sentí abandonado. Quizás por el rompimiento de la unión de mis padres, sentía que yo tenía responsabilidad en aquellos alejamientos y rompimientos. Muy relacionado con los sentimientos de culpa, me dolía muy hondo cuando me sentía no tomado en cuenta, menospreciado, ignorado. El abandono golpeaba y se hacía fuerte en mis memorias de dolor.
Además, necesitaba que alguien estuviera pendiente de mis problemas, que alguien me diera la mano, creo que inclusive tuve miedo de mirar dentro de mí. Era mejor esperar respuestas de alguien más, y si no había nadie, me llenaba de rencor, algo de ira, rabia. Alguien debía tener las soluciones y no estaba, entonces me convertía en víctima. Era más fácil esperar una mano que me levantara del piso, a intentar levantarme por mi propia fuerza.
Y luego realicé que yo también abandonaba a otros, que esperaban algo de mí que yo no tenía, o no estaba en capacidad aún de compartir. Sin embargo, mi abandono no era tal, era más bien enfoque en mí, tenía que escoger entre hacer lo que otros esperaban o lo que decía mi interior que debía hacer y seguir. Y empecé entonces a comprender que no existían tales abandonos, lo que existía era una expectativa irreal. Me fui dando cuenta que esto en mucho se debía a que lo que yo esperaba de otros, más que al hecho de que alguien se hubiera alejado de mí. Claro que hace bien un amigo, una voz de apoyo, pero comprendí que todo debía empezar por mí. Y empecé a caminar de otra manera, ahora sobre mis propios pies.
Adiós a los abandonos y bienvenida la comprensión. Ahora entiendo que cada quien tiene una propia actitud frente a lo que sucede fuera y adentro, y así mismo serán las respuestas que darán. No espero ya, por lo menos no tanto, que la respuesta que yo reciba sea la que yo quiero, más bien tengo la ventaja ahora de buscar siempre el porqué de un no o un sí, un alejamiento o un adiós. Aún me duele si alguien se aleja, pero sé que quien se va tiene su motivo.
A través de los años acumulé muchas piedras por sentirme así, y las he ido soltando una por una. He dejado espacio entonces para verme tal cual soy y reconocer que nadie es igual a mí, por lo tanto, nadie hará las cosas como las haría yo. Qué claridad y qué tranquilidad el aprender a no esperar en otros lo que no está en ellos.
Con esto, me he liberado de muchas nubes, y el sol que alumbra mi camino, está cada día más fuerte, me he encontrado a mí mismo, ya no estaré solo nunca más.
Así, transmutando abandono por comprensión, he logrado construir mi sonrisa. Y sigo caminando.

 

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